Querido Adam:
He cometido mi
primera locura. ¿No decías que la vida existía para vivirla al máximo? Para
caerse y luego saber levantarse. Para experimentar. Para corregirse cada uno
sus mismos pasos. Para acelerar. Para frenar. Para mantenerse constante.
Constante. Así es como no deseabas permanecerte. Constante a las decisiones. Siempre
fuiste un chico de grandes impulsos. Impulsos que te han llevado… ¿a qué
exactamente Adam? A una vida sin normas, sin consecuencias, sin promesas. ¿Era
eso lo que realmente querías Adam? ¿No ser inculto en experiencias? Bien, yo diría
inculto en el amor. Sí, es eso lo que eres. El amor no tiene normas Adam,
simplemente es amor…pero dudo que sepas que es eso. Amor es tener miedo. A
enamorarse, a formar un equipo, a compartirlo todo, a tomar duras decisiones…pero
también es vida, Adam. Te da vida, ilusión, felicidad. Es increíble sentirse
amado, y por fin puedo saber cómo te sentías, sí…“increíble”. Mientras que a mí
me tocó la parte menos buena de la historia, la de sentir amor por alguien que simplemente
se sentía amado.
Adam, caí y me
levanté. No es según tú, ¿la mejor manera de sobrevivir? Puedes estar
satisfecho, ya lo hice, pero supongo que no tan bien como tú. Caí, y a cada
paso caía un metro más, hacia las profundas oscuridades con las que me tocó
convivir. Tardé, pero quiero que sepas, que desde que me levanté, jamás he
vuelto a caer. Al contrario, soy dueña de mi destino, yo misma formo mi propio
equipo, y por fin, puedo decirte que no soy inculta en experiencias.
Por eso, quiero darte una pequeña explicación. Mi locura. Un tatuaje. Un ala pequeña y definida en el costado izquierdo de mi costilla. Ese es el tatuaje que he escogido. Puede que no se parezca mucho a lo que acordamos, ¿verdad? Descarté todo tipo de opciones a escoger, principalmente la tuya. Porque me di cuenta que aunque quedara realmente bonito, de lo que se trataba, era de lo que me hiciera sentir a mí. Y creo que acerté. Me hace sentir como una golondrina libre que por fin, tras varios intentos, planea con sus propias alas, y que aunque experimente gran variedad de rutas, jamás olvida el camino que la llevó a lanzarse a volar. Me lancé y no me caí. Aguanté mucho tiempo antes de tomar la decisión de lanzarme definitivamente, pero llego un momento en el que no pude aguantarme más, y la locura pudo conmigo. Porque te quería, Adam. Se trataba de sobrevivir. En este veintitrés de octubre, quería regalarte un último adiós; la despedida que tiempo atrás no te di.
Por lo tanto quería despedirme. Adiós Adam. Siento mucho haber aprendido a volar.
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