jueves, 8 de mayo de 2014

ÚNICA


Seguía sola, en el mismo lugar. Nada había cambiado desde entonces; en cambio, ella sí lo había hecho. Su forma de pensar, de actuar, todo en ella era distinto. Estaba viviendo una nueva etapa porque, al fin y al cabo, todo se divide en etapas. Experimentaba nuevas emociones y caminaba sin saber muy bien a dónde llegaría. Aunque eso no le preocupaba lo más mínimo. Ella nunca estuvo hecha para vivir respetando unas normas, unos horarios. Ignoraba la palabra rutina. Y era exactamente eso lo que la hacía tan especial. No se iba a dormir pensando en qué haría al día siguiente, ni se despertaba recordando el día anterior. No veía más allá del presente y por eso no tenía expectativas ni decepciones. Le era indiferente lo que pensara la gente y no se avergonzaba de lo que era ni de lo que hacía. Lo cierto es que no necesitaba a nadie para ser alguien porque destacaba con su sola presencia. Se conformaba con aquello que le parecía esencial para ser feliz. Adoraba la única compañía del mar y el sonido repetitivo de las olas golpeando las rocas, arrasando con todo a su paso. Admiraba los aspectos más sencillos de la vida y se alegraba de formar parte de todo aquello, de ese ciclo sin fin.  

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