lunes, 28 de julio de 2014

Continuará

Lloraba bajo el agua. Lloraba mientras nadaba creyendo que así escapaba de sus propios sentimientos. Cerraba los ojos, tomaba aire y se hundía. Salía del agua, tomaba aire nuevamente y volvía a sumergirse. Una y otra vez. Dejaba toda su energía en el agua, todas sus fuerzas, toda su rabia, toda su tristeza. Con cada movimiento se sentía un poco más liberada. No podía ver a través de las lágrimas, del agua. Le gustaba esa oscuridad, ese silencio que tanta paz le transmitía, que le transportaba al pasado. Esa era su vía de escape, la única que conocía. Lo cierto es que había un toque de dramatismo en todo lo que hacía. Creía que ese tipo de reacciones le daban más emoción a su absurda rutina. Lo vivía con intensidad, como si de verdad necesitara hacer eso para empapar su cara de cloro en vez de lágrimas, para secarse y ya no sentir dolor, ya no sentir nada. 
Muchas veces parecía el final. Su final. Tenía límites y tenía muchos. No importaba si el resto del mundo pensaba que era especial, que era diferente a los demás. Ella no veía eso en el espejo, no veía nada bueno en realidad. Había tantas cosas que odiaba de sí misma y era tan difícil desear ser otra... nunca lo sería. 

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