martes, 27 de agosto de 2013

Otro tic más que añadir en la lista.


Dicen que cuando te tatúas, sientes un dolor enorme. Es tal el dolor que lo comparan como cuando un cuchillo te está rajando la piel. 
El primer tatuaje creo que es el más doloroso de todos. Supongo que porque no sabes a lo que te enfrentas, esos nervios del principio, esa adrenalina que sientes a medida que vas avanzando hacia tu destino.
Es extraño a pesar de que la gente compare el dolor como algo indescriptible, lo continúan haciendo. Es curioso y sorprendente que la gente haga cosas para llegar a rozar la felicidad, a pesar de que para conseguirla, haya que sufrir.
Saltamos desde acantilados para obtener una adrenalina lo suficientemente alta como para llegar a olvidar, durante al menos por unos segundos, problemas que no somos capaces de sacarnos de nuestras cabezas ni siquiera cuando la luna está en lo más alto del oscuro cielo azul.  Es curioso, en el momento que saltas, ese momento en el que tus pies se despegan de la roca, y poco a poco vas notando como tus pulsaciones se aceleran, como el viento va rozando tus mejillas, justo en ese instante no piensas en nada. Únicamente vuelves a ser sensato cuando empiezas a ser consciente de lo que acabas de hacer, y de lo que podría haber pasado, justo cuando el agua ha mojado completamente cada uno de los poros de tu piel, en ese momento levantas la cabeza miras desde donde has sido capaz de saltar y piensas, estás loco. Y así es, puede ser que las mejores cosas se hagan cuando dejamos a un lado el sentido común. Tal vez, las mejores cosas de la vida, son las más peligrosas.  Tal vez y sólo tal vez, podamos llegar a sentir lo mismo cuando nos enamoramos. Realmente las experiencias llevadas al límite son escenas parecidas a eso. Cuando te tatúas, eres consciente al dolor al que vas a ser expuesto durante el proceso, de al fin y al cabo, sellar tu piel. Con el amor, sellas recuerdos. Son sinónimos, puede ser que durante el proceso sufras, incluso llores, o decidas dejarlo, sin embargo cuando el proceso ha finalizado, eres feliz. A medida que pasa el tiempo y te preguntan sobre ese tatuaje, sonríes. Cuando recuerdas la locura de saltar desde aquel acantilado, sonríes. Sin embargo, las sensaciones de las otras personas son totalmente distintas, pensarán que estás loco, incluso que te podrías haber matado. Sin embargo, nadie pone la misma cara de asombro cuando dices o declaras tus sentimientos. Porque tal vez amar también sea algo peligroso, y sólo unos cuantos valientes decidan saltar desde el abismo que eso implica. Pero estas cosas no se pueden evitar, me refiero a sentir, no puedes tomar una decisión como en las situaciones dichas anteriormente, si/no/si/no/si/no.. . Sin embargo la respuesta siempre es la misma, sí. Puede ser que eso sea bueno, por una vez en la vida podemos llegar a tomar una decisión sin tener en cuenta el tan codiciado “sentido común”.  Pues claro que podemos acabar llorando por algunas experiencias, pero si siempre saliéramos ganando no aprenderíamos nada. Si nos asustará el miedo nadie se tatuaría, nadie saltaría desde…desde…es increíble, da hasta vértigo llegar a pensar desde cuantos metros puedes llegar a saltar desde ese acantilado. Puede que sea extraño, pero al fin y al cabo esas cosas son las pequeñas alegrías de la vida. Podemos llegar a sentir la misma felicidad, pero no sin tanto miedo, o menos adrenalina. Para mi ver esa sonrisa de idiota dibujada en mi cara cada vez que me dice “estas preciosa incluso cuando refunfuñas”, para mí ese es el mayor riesgo de la vida, enamorarme. Mis pulsaciones se aceleran, como cuando coges aire antes de saltar. Mi adrenalina aumenta, como cuando la montaña rusa hace que vea mi mundo pata arribas. Y creo, que todo el mundo debería poder tacharlo como algo hecho en la vida. Como algo que nunca podrás olvidar, que nunca podrás borrar. Como ese sello implantado en tu piel. Sí, me refiero a enamorarte por primera vez.

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